DON  EDUARDO

                                   José Cabañas González                                                                                                        marzo de 2001.     

 

 

 

Capilla Evangélica de Jiménez de Jamuz,conocida aquí como El CultoJiménez de Jamúz, nuestro pueblo, es hoy ampliamente conocido por toda una serie de gratas singularidades: Su gusto por las tradiciones, el carácter hospitalario de sus gentes, o el arraigo de diversas manifestaciones culturales que en él a lo largo del año se prodigan, como conocido ha sido siempre por su alfarería, y conocido fue también durante muchos años, en un tiempo oscuro y de homogeneidades impuestas, por el entonces inusual hecho de poseer una Capilla Evangélica, por ser "el pueblo de los Protestantes", apelativo este con el que las más de las veces se pretendía teñir a sus vecinos de un cierto barniz de culpable disidencia. Hoy, cuando cada vez más se celebra la multiculturalidad y se exaltan las diferencias que nos unen en lo fundamental, desde el respeto a las creencias y a las libertades de todos, nos parece una marca de honra que en nuestro pueblo haya pervivido a lo largo de tantos años -casi cien- una diferente manera de vivir la religiosidad y el edificio -El Culto- que la simboliza.

 

En el inicio de la existencia en nuestro  pueblo de un núcleo de seguidores de la religión protestante así como de la construcción y permanencia de El Culto desde el año 1906 fue de capital importancia la figura de D. Eduardo T. Turrall, a quien mucho debe la radicación desde esa y anteriores fechas del protestantismo en todo el noroeste español, y sobre quien muchos hemos conocido pequeños atisbos a través del inmenso respeto, consideración y cariño, con que de él, de Don Eduardo, y de su familia, en especial de sus hijas, nos han hablado siempre nuestros mayores.

 

Desvelar en lo posible la azarosa trayectoria de esta extraordinaria persona y de sus allegados y su segura incidencia en un vasto retazo de la reciente historia de nuestro pueblo es lo que desde estas líneas modestamente pretendemos, y ello para que, siendo también la memoria patrimonio conservable, el recuerdo y los frutos de sus vidas permanezcan.

 

Despacho de D. Eduardo en su antigua casa de Toral de los GuzmanesNació D. Eduardo en Londres el 20 de abril de 1868, en una familia que daría notables pastores y misioneros como lo fueron además de él mismo y también en España sus hermanos Enrique, eminente himnólogo y reconocida figura de la música litúrgica protestante, y Grace, predicadora en Túnez. Profesando desde los 20 años en la Iglesia Evangélica de Hermanos, un movimiento surgido en el protestantismo inglés del siglo XIX que propugna el regreso a la sencillez de las Escrituras, conocidos sus integrantes como los Hermanos o los Evangélicos, viaja a España en 1894 con el ánimo de propagar aquí sus creencias, en la   continuación de una tradición misionera iniciada en nuestro país en el siglo XVI con la Reforma, suspendida durante casi 300 años por la Contra-Reforma y el Santo Oficio, y de nuevo reinstaurada a partir de la tercera década del siglo XIX al amparo de leyes algo más tolerantes con la disidencia religiosa.

 

Mientras en toda España iban surgiendo pequeñas comunidades protestantes, a veces sobre los restos de las del siglo XVI, fruto del esfuerzo de los "colportores", viajantes y distribuidores de Biblias algunos insignes como el hispanista George Borrow ("Don Jorgito el Inglés") o el predicador Robert Chapman, en el noroeste, Asturias sobretodo, se iba asentando un creciente germen trasplantado de Inglaterra a tenor de la iniciada industrialización de la zona, y en León existe ya desde 1869 actividad evangélica con capilla y escuela para ambos sexos impulsadas por el misionero Cecilio Hoyle, desde donde se propaga la doctrina a La Bañeza en 1880 y a Ponferrada en 1884.

 

Sobre 1863, el ya mencionado Robert  Chapman, de paso en uno de sus viajes  de predicación por nuestro pueblo, contacta aquí con el entonces niño Juan Vidal, quien años más tarde y ya casado con Lorenza García de la que tiene dos hijos, Ventura y Felisa, se ve obligado a emigrar por causa de la hambruna que siguió a una gran sequía a Monforte de Lemos, en Lugo, donde se establece continuando allí en su oficio de alfarero[1]. En Monforte, donde en 1894 D. Eduardo iniciando su estancia misional en España permanece en torno a un año, se produce el encuentro entre éste y la familia de nuestro convecino Juan Vidal, que regresa unos años después a Ardón, en tierras leonesas donde fallecerá en 1914, acompañando a su hijo Ventura, quien con su esposa Estrella Somoza y los hijos de ambos vuelve ahora para ayudar como "colportor” y difundir aquí su fe, reorganizándose en 1900 en torno a ellos la Iglesia Evangélica en León. Entretanto, en 1895 D. Eduardo ha acudido, en bicicleta, desde Monforte a Toral de los Guzmanes invitado para exponer allí su doctrina, iniciándose con ello en esta población al sur de León un importante foco evangélico e inaugurando en 1897 un Centro que incluía capilla, casa y escuela, en el que residió durante años. Es seguramente con las visitas misionales de la familia de Juan Vidal a su lugar de origen como se establece la relación entre nuestro pueblo y la Iglesia Evangélica, así como su vinculación con la de Toral y la posterior construcción en 1906 de la capilla y casa  -nuestro Culto - aquí.

 

D. Eduardo, Dª Elisa y sus hijas, Florencia, Irene y Gracia, en 1936

Fue D. Eduardo hombre de vasta cultura, de extensa formación y reconocido mérito como escritor, músico y poeta; conocía también la medicina homeopática y gozó siempre y en todos los lugares en los que discurrió su vida del enorme prestigio y la estima que su bondadoso carácter y abierto talante, exento de proselitismo, le labraron, y ello a pesar de contar él y su labor, incluso en las épocas de menor imposición religiosa, con la frontal beligerancia de los sectores más fanatizados de la Iglesia Romana. Su vida y la de su familia fueron inspiración para el escritor Jesús Fernández Santos, quien las noveló en 1970 en su obra El Libro de las Memorias de las Cosas, Premio Planeta de ese año.

 

Desde sus sucesivas residencias -Monforte, Toral, Jiménez y León- realizó D. Eduardo amplias y frecuentes giras de propagación por toda la península en   tren,   diligencias   e  incluso bicicleta, asociado y asistido por la Sociedad Bíblica de Escocia que le proveía de literatura religiosa y de apoyo económico, llegando así hasta lugares como Castrocalbón, Villafranca, Coyanza, Oviedo o Linares, en Jaén. Casó cumplidos los 35 años con doña Elisa Harland, de cuya unión fueron fruto seis hijos, tres varones - fallecidos dos al poco de nacer y el tercero, discapacitado, a los 18 años- y tres hembras todavía hoy cariñosamente recordadas por muchas de las personas de edad de nuestro pueblo como "las hijas de D. Eduardo” : Florencia, quien se refería a sí misma como "la cacharrera", nacida en Jiménez en 1910 y fallecida en Inglaterra en 1997, cuya vida lo mismo que la de Gracia y excepto en sus años de educación transcurrió en León hasta 1987 en que vuelven a Inglaterra, donde ésta aún vive al igual que Irene, única que no residió continuadamente en España.

En 1906 se traslada D. Eduardo a Jiménez desde Toral, donde la comunidad evangélica estaba ya consolidada, iniciando aquí su labor pastoral. Este mismo año se construye la capilla y la casa en la que residirá con su familia durante años y donde nacerá su hija Florencia. La construcción, con los materiales y elementos tradicionales del lugar, tapial y adobe en muros con revoque de barro encalado, presentaba en una de sus fachadas frontales un esbelto "corredor" en madera hace tiempo desaparecido, disponiendo también de un local utilizado durante años como Escuela Evangélica Dominical donde varías generaciones de Jiminiegos, jóvenes sobretodo pero también algunos adultos, iniciaron o perfeccionaron sus conocimientos afianzándose en la costumbre y el placer de la lectura. Se alzó también entre 1906 y 1909 un Cementerio Civil en las afueras del pueblo, en el inicio del Camino de Carropenillas -cuyos restos hoy casi perdidos nos consta que se pretenden recuperar-, cerrado en 1933 y cuya necesidad debió de venir impuesta por el alto número de seguidores que en esta época llegó a tener en nuestro pueblo la doctrina evangélica, siendo en algunos periodos más de 50 los bautizados y superando muchas veces el centenar los asistentes a las liturgias, y su elección del enterramiento civil frente al eclesiástico y católico.

 

D. Eduardo al cumplir 92 añosDurante años alternaron D. Eduardo y los suyos su residencia entre nuestro pueblo, Toral y León. Con nuestras gentes transcurrieron por temporadas sus vidas a lo largo del primer tercio del siglo, no siendo molestados por los poderes civiles ellos ni la comunidad evangélica que presidían ni siquiera en la Dictadura Primoriverista. En el tiempo de la Segunda República se relacionó D. Eduardo con algunos reconocidos librepensadores de La Bañeza, siendo en todo ese extenso período, y a pesar de la siempre mantenida oposición clerical, excelentemente cordiales sus relaciones con los vecinos, entre los que ejerció de "hombre bueno" arreglando pleitos, componiendo amistades y facilitando consejo y ayuda a numerosas familias. En 1936, al producirse la rebelión militar y la guerra civil D. Eduardo se halla en Inglaterra, donde había acudido con su esposa, enferma de resultas del sobresalto sufrido cuando encontrándose en la capilla evangélica de Marín (Pontevedra) -regida durante casi medio siglo por D. Enrique Turrall, su cuñado- aquella es objeto de un atentado anarquista. Aquí fallecerá doña Elisa en 1942. Cerradas las fronteras, le es imposible regresar a León hasta 1944, donde fija entonces su hogar a la vez que se cierra la casa y capilla de Jiménez. Parece ser que unos años antes, con la más álgida exaltación de la unicidad religiosa, estuvo El Culto a punto de ser destinado a la destrucción por el fuego. Se libró de ello, pero la peripecia vino a simbolizar las dificultades e impedimentos que también para la religión evangélica inauguró la larga noche de piedra de la dictadura nacionalcatólica y franquista.

 

Aunque durante algún tiempo se suspenden las celebraciones en la capilla de nuestro pueblo, se mantuvieron siempre las frecuentes y particulares visitas de D. Eduardo y sus hijas a los irreductibles fieles que aquí permanecieron en aquella doctrina, regresando a Jiménez en 1946 para residir aquí de nuevo esporádicamente algún tiempo hasta su posterior y definitivo asentamiento en la capital.

Sabido es que en nuestra posguerra se reprimió con saña toda disidencia, también la religiosa, y así ser protestante en ese tiempo en nuestro país volvió a tener casi tantos riesgos como en el siglo XVI[2]. Fueron también depurados y perseguidos eminentes prohombres leoneses como Moisés Calvo Redondo o Audelino González Villa solo por serlo, y si la represión no alcanzó a D. Eduardo Turral fue sin duda por la protección que su condición de súbdito británico le brindaba. Aún así no faltaron durante este periodo trabas desde los poderes establecidos a la práctica evangélica de pastores y fieles en nuestro pueblo, más ostensibles quizá aquellas que les imponían en los años cincuenta la manifestación por escrito de su voluntad de ser enterrados en el Cementerio Civil -Cédula de Enterramiento la llamaban-, las obstrucciones a los sepelios por el rito protestante, o la censura ejercida en 1958 sobre unos recordatorios de celebración del 90 aniversario de D. Eduardo en los que figuraban las diversas iglesias evangélicas que entonces le homenajean.

Nos consta que durante la década de los cincuenta se siguieron celebrando en nuestro pueblo cultos con una cierta frecuencia y con asistencia regular de personas. El protagonismo de estas liturgias como el de la dirección de los asuntos evangélicos fue recayendo progresivamente en sus hijas Gracia y Florencia a medida que D. Eduardo iba acumulando años y se adentraba en la debilidad física y los achaques propios de su avanzada edad. Cumplidos los 94, el día 1 de Septiembre de 1962, falleció en León D. Eduardo Turrall. Mediados los sesenta, creemos que se produjo un nuevo y quizá breve impulso -coincidente tal vez con la promulgación por entonces de una libertad religiosa más aparente que real- en la estancada actividad de la capilla de nuestro pueblo, nunca abandonada y atendida ahora por las hijas de D. Eduardo, al que siguió un apagado periodo en el principio de los setenta continuado unos años más tarde con la llamativa eclosión de fieles resurgidos con el retorno a la democracia. Con el transcurrir posterior del tiempo y hasta la fecha se ha ido dando una progresiva disminución de la práctica evangélica en El Culto.

 

Placa de la calle dedicada a D. Eduardo en Toral de los Guzmanes (León)Hoy, nos adelanta su actual responsable D. Manuel Corral -a quien agradecemos la información facilitada para realizar esta reducida y modesta semblanza-, mientras se esperan los necesarios fondos para su restauración se debate continuar con su uso litúrgico o destinarlo a casa museo, ya que el mismo conserva al igual que el edificado por D. Eduardo en Toral estancias en sus originales condiciones y estado de principios del pasado siglo. Abogamos desde aquí, sumándonos a otras voces que también desde estas páginas lo han reclamado, por la conservación en sus primigenias hechuras de este emblemático y singular edificio de nuestro pueblo, patrimonio cultural ya de todos nosotros.

Existe actualmente en Toral de los Guzmanes, donde uno de los viales del pueblo lleva su nombre, el moderno y activo Centro de Campamentos y Conferencias D. Eduardo Turrall, desde el que con idéntico apelativo labora mucho y con resultados de muy alta calidad una reconocida Asociación Cultural, dedicado a su memoria y en el que se conservan en la antigua casa hoy habilitada como museo además de un pequeño cuarto camuflado en su techo en el que en los tiempos difíciles imprimía D. Eduardo literatura bíblica a escondidas, su biblioteca y despacho con el archivo y algunos de sus documentos y efectos personales.

Proponemos por último que se dedique también en nuestro pueblo una calle a la memoria de D. Eduardo y en reconocimiento a su dilatada y magnífica labor entre nuestros vecinos de antaño. Tal vez fuera adecuada para ello la que discurre ante la fachada frontal de El Culto y que carece hoy de denominación, como pudieran resultar idóneas para la asignación de la misma a su recuerdo fechas cercanas al 1o de Septiembre del próximo año, en que se cumplirá el cuadragésimo aniversario de su fallecimiento.


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[1] Origen, creemos, de actuales enclaves alfareros en lugares como Los Castros, (Lugo).-

 

                       [2]  Muy ilustrativa sobre tales riesgos en Castilla es la genial novela El Hereje, de Miguel Delibes.

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Ourense, marzo de 2001

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